RUTA:
Estambul, Safranbolu, Amasya , Trabzon (y el monasterio de Sumela y la Iglesia de Santa Sofia), Ardahan, Kars (y la ciudad de Ani), Dogubayazit (y el palacio Ishak Pasha) y vuelta a Estambul. Nos hemos cruzado el país entero de oeste a este (por el norte), por su zona más templada en verano (un lujo de máximas de 27 grados).
Moneda: 5.4 liras equivale a 1 euro.
Como siempre, cada foto ha sido elegida porque tiene una pequeña historia detrás.
PARA LOS QUE NO QUIEREN MUCHO ROLLO
Acabamos de volver de un país donde el azúcar es irregular, y la mitad de los tés ni los pagas. Donde en sus fronteras (con Georgia, Armenia e Irán) hay pueblos como Ani (la mayor ciudad de la ruta de la seda en la Edad Media) e increibles palacios como Ishak Pasha.
Se trata de un país donde hay monasterios (como Sumela) clavados en el alto de un peñasco, gracias a uno monjes griegos que lo construyeron en el siglo IV, y ciudades nada frecuentadas por el turismo occidental como Amasya, y Safranbolu, esta última Patrimonio de la Humanidad.
Una región donde su gente amable te recibe con curiosidad y cariño, donde duermes por unos 10 euros, comes por dos, y cruzas el Bósforo en Estambul por 35 céntimos. Y lo que vives y disfrutas no tiene precio.
Una región montañosa, donde un nevado y venerado monte Ararat nos ha contemplado impasible desde sus más de 5000 metros. En esta montaña, sagrada para los kurdos se dice que está enterrado el Arca de Noé.
PARA LOS QUE QUIEREN SABER ALGO MÁS
Cierto es que cada vez nos encontramos con menos gente hablando algo de inglés en el país, y que algunos monumentos cristianos los han convertido al Islam (una Iglesia Ortodoxa en Kars a la que le suprimieron las dos torres para ponerle minaretes, o la Iglesia Santa Sofia de Trabzon que ahora es Camii- mezquita-, por no hablar de que el Monasterio de Sumela lleva años cerrado). Esto coincide mucho con lo que nos han contado algunos; el país se va islamizando y acercándose más a los países árabes que a Europa. Que Erdogan tenga ahora plenos poderes y la lira turca se esté depreciando no ayuda. Sin embargo otros, nos comentaron con orgullo que desde su presidencia las carreteras y hospitales han mejorado mucho, y eso, lo podemos constatar.
En Estambul volvimos a visitar al abuelo Turgut en su cafetería (en la foto con la camisa que le regalamos). Nos dio a entender que el hotel que habían montado pegado a su local era suyo. Cuando hablamos con el chaval joven que lo regentaba nos comentó que nada más lejos de la realidad: que en pocos meses el hotel absorbía el local donde construían un hamman y un gimnasio, y que quizás no volvíamos a verlo nunca. Turgut siempre ha estado de alquiler y ahora el dueño tiene otros planes. Sólo pensar que el mismo Turgut nos enseñó orgulloso las habitaciones del hotel…
Safranbolu me pareció menos puro. Lo recordaba menos repleto de tienditas con poco interesante que ofrecer al turismo, pero sigue siendo un pueblo rural que merece la pena ser visitado. Allí un tipo de Azerbayan nos invitó a varios tés mientras esperábamos que parara la tormenta.
Amasya era una visita obligada desde que aquel anciano sueco en Salinurfa nos dijo hace unos años que era la ciudad más bonita del país. El viaje fue algo tedioso pero mereció la pena descubrir una ciudad entre montañas y con un río que la atravesaba. Mucha animación nocturna y repleto de turistas turcos. Las cuevas (de origen persa) en su alto debieron de estar decoradas y repletas de sarcófagos, pero ya no queda más que el hueco.
Desde allí nos encaminamos en un bus nocturno hacia Trabzon donde esperábamos a Iñaki. El el hotel, pegado al otogar (estación de bus) tras una hora de confusiones múltiples por nuestra reserva nos adentramos en una ciudad ennegrecida donde costó verle su interés entre ruinas, edificios semiderruidos y calles atestadas.
El siguiente día, el precioso camino hasta las cercanías del Monasterio de Sumela (aunque no pudimos entrar, los 6 euros que pagamos cada uno con el chófer sólo para nosotros) bien merecieron la pena. Espectacular la montaña, y los momentos compartidos con el conductor. Por la tarde, nos acercamos al centro de Trabzon donde la preciosa iglesia de Santa Sofia, ahora mezquita, nos devolvieron la sonrisa y nos dejaron mejor sabor de boca.
El siguiente día, tras una noche de tés con un camionero, quien nos habló de su reciente y gravísmo accidente de tráfico mientras veíamos partidos de futbol del Mundial, nos dirigimos hacia Ardahan, el pueblo natal del abuelo Turgut. No esperábamos gran cosa de este pueblo, pero resultó tener su gracia; unas murallas y restos de un castillo, casitas repletas de patios con patos, gansos, gallinas… y un centro muy caminable y sencillo con un Durum por 6 liras realmente magnífico. Allí pasamos las últimas horas de la victoria aplastante de Erdogan. Hubo un momento, en el que bromeábamos con dos chiquillos en la tetería y apareció un señor de unos 55 años que nos dijo que era inglés. Cuando le pregunté de donde venía me dijo que venía en bici. ¿En bici, pero desde donde?. Desde Inglaterra, llevo cuatro meses pedaleando y atravasando varios paises. Duermo con tienda de campaña allí donde paro. En fin… si a alguien le parece que hace algo mínimamente interesante, siempre habrá otros modelos en los que inspirarse.
El siguiente día nos encaminamos a Kars, donde encontramos un hotel a 150 liras y un centro histórico muy caminable, con un castillo imponente, iglesias armenias, y antiguos hammanes que estaban restaurando. El siguiente día visitamos por 150 liras con taxi privado la magnífica ciudad de Ani. La iglesia con sus frescos casi intactos, las murallas parcialmente conservadas, el caravansarai, y las vistas de la montaña, pegados a la frontera armenia repleta de aves y a 20 grados nos pareció todo un regalo.
El siguiente día fuimos a Dogubayazit, con escala en la calurosa Igdir, con la idea de visitar Ishak Pasha. Como en otros casos, que tuviéramos la opción de ir en Dolmuz (2,5 liras) y la entrada fuera solo otras 5 liras, nos pareció un ejemplo de lo que hay que hacer; fomentar que tu propio país y los turistas conozcan tu patrimonio. En los alrededores, con vistas al Ararat vimos a varios pastores con sus rebaños de vacas y cabras en sus casuchas de piedra y al lado, había un parque repleto de familias de turcos haciendo picnic. Nos sorprendió que era un día laborable. Nos reimos recordando que habíamos leido en el Informe Pisa cada año está peor Turquía. !Así fácil!
Los próximos dos días los pasamos de nuevo en Kars, aprovechando su clima perfecto en verano, disfrutando de sus buenos y económicos restaurantes y yendo incluso a experimentar un baño en el hamman por 17 liras.
Los últimos dos días en Estambul nos dieron la opción de volver a verle a Mehmet, que estaba rodeados de una pareja de franceses (ella había vivido en Estambul durante un año) y nos presentó un amigo suyo turco, quien confesó que sin hablar ni inglés ni castellano había sobrevivido viajando el año pasado a Perú y Colombia.
El hotel en el que estuvimos nos costaba 100 liras, y aunque bastante cutrillo estaba justo en el centro de Taksim, la zona de juerga por excelencia.
El siguiente día muy temprano, cuando justo empezaba a amanecer abandonamos Estambul con tristeza. Nunca es fácil dejar esta ciudad.
NOTA. La zona de Gobleki Tepe que visitamos hace unos años, ya está inscrita en la UNESCO.
Buenas tardes, quería viajar este agosto a Kars, Ani y Ardahan pero he visto en la web del ministerio de asuntos exteriores que no lo recomienda.
He visto que vosotros acabáis de llegar, ¿es seguro?